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Pedaleando la capital chilena

Cada vez más ciclovías, eso es bueno. Pero siempre hay peros.

Vivo relativamente cerca de mi trabajo, por lo que hacer el trayecto en bicicleta siempre ha sido atractivo. El problema eran las rutas y dónde estacionarla durante mi estadía en la oficina, afortunadamente Santiago ha ido evolucionando poco a poco a favor del ciclista.

Aún recuerdo cuando la ex alcaldesa Tohá fue a votar en bicicleta (con el casco al revés) en un acto de pura pantalla política, y luego reformó calles como Merced olvidándose por completo de poner ciclovías.

Luego el ex intendente Orrego tomó el tema más en serio incentivando a poner más y más ciclovías, pero bien hechas, más directas y menos zigzagueantes. Aún falta mayor integración entre las que existen y las nuevas, pero soy optimista. Confío en que las futuras pistas serán pensadas como una alternativa de transporte serio en lugar de "pistas recreativas" como la de Duble Almeyda en Ñuñoa.

Quizás falte incentivo monetario para que las actuales y futuras sigan orientando la capital hacia el uso de la bicicleta. A fin de cuentas, los vehículos pagan impuestos, patentes, seguro obligatorio, tags, peajes, etc. Así que quitarles su "merecido" espacio para poner ciclovías que no retornarán plata a corto plazo no parece muy atractivo. ¿Qué entonces? ¿poner publicidad en las vías cleteras? ¿Qué vuelvan las patentes a la bicicleta?

Auge y caída de Bike Santiago

Junto con las ciclovías, llegó una alternativa revolucionaria para la época: bicicletas públicas, de la mano de Bike Santiago y banco Itaú. Pero como muchas cosas en Chile, la idea era buena; la implementación pésima.

La idea era instalar estacionamientos en distintas zonas de Santiago, pagando una suma mensual podías retirar una bicicleta de una estación y luego dejarla en cualquier otra cuantas veces quisieras siempre y cuando el plazo entre estaciones fuera de media hora. Una muy buena idea.

Bike Santiago llegó probando con un par de comunas y se fue expandiendo por la capital. Cuando llegó a las comunas que me interesaban decidí inscribirme en uno de los tantos stands que habían distribuidos por la capital (ahora ya no los hay). En la inscripción añadían mi tarjeta bancaria así que mensualmente se haría el recargo correspondiente de forma automática (no fue así... dos veces).

Hasta ahí, en teoría, está todo bien. El problema comenzó al usar el servicio: la primera queja colectiva era el peso de las bicicletas, pero personalmente creo que es un tema de costumbre. Lo realmente molesto era el estado de las bicicletas y estaciones. Muchas de estas últimas estaban apagadas y tenías que buscar otra que estuviera habilitada para sacar o dejar una bicicleta. Y habiendo encontrado una estación encendida lo realmente difícil era encontrar una bicicleta en buen estado, pues siempre estaban con pedales sueltos, sonidos raros, pinchadas, sin frenos, etc.

El humano es un animal de costumbre, así que veías como todos adoptaban un ritual de revisión antes de subirse a alguna: gomas, frenos, asiento firme, etc.

Al par de meses, cada estación parecía un cementerio de chatarra. En las horas peak la situación empeoraba. Unas estaciones vacías, otras colapsadas. Buscando estaciones terminaba haciendo toda la ruta a pie. O bien prefiriendo el metro.

A esto se le sumaba una mala app para buscar estaciones (habían desarrolladores de terceros con mejores implementaciones). La gota que rebalsó el vaso fue que tuve que se me bloqueó la cuenta porque en los stands ingresaron mal mi tarjeta bancaria. DOS VECES.

¿Yel servicio al cliente? pésimo. El call-center cortaba antes de que pudieras decir algo, si es que tenías suficiente paciencia para esperar tanto. En esa época tenía Facebook, pero me decían que por ahí no les hablara, que me hiciera cuenta en Twitter. Fuck no. Volví a mi bicicleta particular.

De momento, la única desventaja de la bicicleta propia es que si te la roban es frustrante. Pero si cuentas el dinero ahorrado al viajar en vehículo o usando el transporte público tampoco es que hayas perdido mucho. Es decir, a los 5 meses mi bicicleta estaba "pagada", a partir de ahí es puro ahorro.

Llegó competencia

Con la entrada de Mobike, los de Bike Santiago lloraron tal como lo hacen los taxistas contra Uber, en lugar de mejorar su propuesta y competir por ofrecer algo mejor, prefirieron armar pataletas y acusar de competencia desleal.

¿Qué tan diferente es Mobike de Bike Santiago? Bastante, las bicicletas son livianas, se desbloquean con un QR y al bloquear el freno trasero el contador de la app deja de correr y puedes dejar la bicicleta donde quieras. Además, el ingreso de la tarjeta bancaria en la app SI FUNCIONA.

En la app te dice dónde están las bicicletas más cercanas y solo eché de menos (al momento de probarla durante la marcha blanca) la capacidad de reportar si una bicicleta estaba inaccesible: detrás de alguna reja, por ejemplo.

La tecnología de las bicicletas también es bastante superior a las Bike Santiago, no solo son más livianas, también tienen características que las hacen menos propensas al vandalismo. Aunque a mi gusto son un poco lentas (pedaleas mucho para avanzar poco), pero me parece que son así por diseño: más seguras para alguien sin casco y pensadas en hacer solamente viajes cortos.

Conclusiones

Aún sigo con mi bicicleta particular, cambié una MTB por una fixie, más liviana y con menos complicaciones de mantenimiento. Además coincidió el momento con dos mudanzas: de departamento y de oficina. Y en ambas ahora hay bicicletero. :)

Bike Santiago está teniendo problemas financieros, supongo que mejorar cualquier cosa a estas alturas es muy tarde. Cada vez veo más y más Mobikes por todos lados, y es incluso raro ver a alguien pedaleando alguna destartalada y ruidosa Bike Santiago, supongo a fin de cuentas que si existen los clientes fieles.

Nota: no he usado el servicio de bicicletas de Las Condes, así que no tengo comentarios a favor ni en contra.